"(...) la
semana pasada (...) la OCDE publicó sus previsiones para la economía
mundial hasta 2060.
Según las mismas, ese crecimiento se ralentizará en
unos dos tercios de su ritmo actual, la desigualdad aumentará de modo
masivo y existe un gran riesgo de que el cambio climático empeore las
cosas.
Pese a todo esto, afirma la OCDE, el mundo será cuatro veces más
rico, más productivo, más globalizado y tendrá mejor formación. Si uno
es de los que se debaten tratando de racionalizar las dos mitades de esa
previsión, no hay en ese caso que preocuparse: lo mismo le pasa a
algunos de los economistas más capacitados del planeta.
El crecimiento mundial se ralentizará hasta un 2.7%,
afirma este organismo de expertos con sede en París, porque el efecto
derivado de alcanzar igual nivel que ha impulsado el crecimiento en el
mundo en vías de desarrollo– crecimiento de la población, educación,
urbanización – se irá agotando.
Antes incluso de que eso pase, el
semiestancamiento de las economías avanzadas significa una media global a
largo plazo en los próximos 50 años de un crecimiento de sólo el 3%, lo
que es poco.
El crecimiento de los empleos de alta cualificación y la
automatización de los empleos significa, en la proyección principal, que
la desigualdad crecerá en un 30%. Hacia 2060, países como Suecia
tendrán niveles de desigualdad como los que se ven actualmente en los
EE. UU.: pensemos en Gary, Indiana, en el extrarradio de Estocolmo.
El conjunto de la proyección se completa con el riesgo de que los
efectos económicos del cambio climático empiecen a destruir el capital,
el litoral y la agricultura en la primera mitad de siglo, recortando el
crecimiento del PIB mundial hasta en un 2,5% y el 6% en el sudeste
asiático.
La parte más desolada del informe de la OECD no se encuentra en lo que
proyecta sino en lo que da por sentado. Da por sentado, en primer lugar,
un rápido aumento de la productividad, gracias a la tecnología de la
información. Tres cuartos de todo el crecimiento esperado provienen de
esto. Sin embargo, esa presunción es, tal como dice con un eufemismo el
informe, "elevada cuando se compara con la historia reciente".(...)
El veterano economista norteamericano Robert Gordon ha sugerido que el
empuje de productividad de la tecnología de la información es real, pero
está ya agotado. De cualquier modo, existe un riesgo bastante elevado
de que ese escaso 3% de crecimiento previsto se acerque al 1%.
Y luego está problema de las migraciones. Para que funcione el supuesto
principal, Europa y los EE.UU. han de absorber cada uno 50 millones de
emigrantes de aquí a 2060, y el resto del mundo desarrollado ha de
absorber otros 30 millones. Sin ellos, la mano de obra y la base fiscal
se contraen de tal modo que los estados quiebran.
El riesgo principal que muestra la OECD es que los países en desarrollo
progresen tan rápidamente que la gente deje de emigrar. Un riesgo más
evidente – tal como lo señala el voto de un 27% al Frente Nacional en
Francia y las alborotadas multitudes que insultan a los inmigrantes en
la frontera de California – es que no acepten la emigración las
poblaciones del mundo desarrollado. Eso, sin embargo, no se considera.
Y ahora imaginemos el mundo del supuesto principal: Los Angeles y
Detroit se parecen a Manila: abyectos barrios de chabolas junto a
rascacielos protegidos, la mano de obra del Reino Unido, una mezcla de
ancianos blancos y jóvenes emigrantes recién llegados, los empleos de
ingresos medios prácticamente desaparecidos.
Si naces en 2014, entonces
para 2060 serás un abogado de 45 años o un camarero de 45 años. No habrá
mucho entremedias. El capitalismo entrará en su cuarta década de
estancamiento y entonces – si no hemos hecho nada respecto a las
emisiones de carbono – empezarán a sentirse las repercusiones
verdaderamente graves del cambio climático.
La OCDE le envía al mundo un mensaje claro: en lo que respecta a los
países ricos, se ha terminado lo mejor del capitalismo. Para los países
pobres – que hoy experimentan el oropel y la neblina de la
industrialización – se habrá acabado para 2060. Si queréis mayor
crecimiento, dice la OCDE, tenéis que aceptar una mayor desigualdad.
Y
viceversa. Hasta para alcanzar una magra tasa media de crecimiento
global del 3%, tenemos que hacer "más flexible" el trabajo, y la
economía más globalizada. A esos inmigrantes en desbandada sobre las
vallas de Melilla, junto a Marruecos, tenemos que darles la bienvenida,
en masa, a un ritmo de dos o tres millones anuales en el mundo
desarrollado durante los próximos 50 años. Y tenemos que conseguir esto
sin que el orden global se fragmente.
Ah, y está el problema fiscal. El informe apunta que, con la
polarización entre rentas altas y bajas, tendremos que pasar – como
sugiere Thomas Piketty – a los impuestos sobre la riqueza. Aquí el
problema, según señala la OCDE, estriba en que los activos – ya se trate
de un caballo campeón de carreras, una cuenta bancaria secreta o el
copyright del logotipo de una marca – tienden a ser intangibles y a
mantenerse por tanto en jurisdicciones dedicadas a esquivar los
impuestos a la riqueza.
La recomendación de la OCDE – más globalización, más privatización, más
austeridad, más migraciones y una tasa a la riqueza, si es que podemos
conseguirla– tendrá su importancia. Pero no para todo el mundo.
La
lección última del informe es que, más tarde o más temprano, surgirá una
alternativa al "más de lo mismo". Porque las poblaciones armadas de
teléfonos inteligentes y con un acrecentado sentido de los derechos
humanos, no aceptarán un futuro de elevada desigualdad y reducido
crecimiento." (Paul Mason, Sin Permiso, en Jaque al neoliberalismo, 07/09/2014)
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